Cerrar
los ojos y respirar. Ese sea, seguramente, el único remedio que pueda calmarte
cuando tu mundo se pone del revés
Cerrar
los ojos, respirar y confiar. Serán de los pocos actos que puedas
autoanalizarte cuando todo tu yo se haya convertido en un absoluto desconocido,
cuando no sepas como analizar cada parte nueva de ese nuevo tú…aunque si aún conservas un mínimo de criterio serás
capaz de reconocerte que cada una de esas partes se han auto liberado, han sido
capaces de romper un encadenamiento forzoso que tú y solo tú propiciaste. Y en
el fondo sin reconocer, reconoces el por qué no puedes razonar sobre ellas. Y
es que las temes, el desarrollo de cada uno de los fragmentos escondidos de tu
alma te hace entrar en pánico, paraliza todas tus funciones racionales, te
obliga a no pensar. Y es que, si te recreas en cada una de esas piezas podrás
recordar que ya estuvieron ahí antes, y durante mucho tiempo anduvieron resquebrajadas,
quebrándote por dentro, sin embargo
ahora parecen diferentes, más maduras, con más brillo, menos frágiles…
Piel
erizada, escalofríos, sensación de vuelo continua. Podría ser fácil acostumbrarse
a vivir en una nube, y sonríes pero de repente todo se nubla ¿Cuánto tardará en
llegar el invierno? No un invierno de mantita, siesta, película y chocolate; si
no el invierno de soledad, de personas sin hogar demandando cualquier habitáculo
en el que sentirse seguro, de nevadas que congelan el piso obligándote a
permanecer encerrado; y te das cuenta de que eres capaz de analizar pero solo aquello
que puede provocarte dolor, lo cual es una estrategia extraordinaria para huir
en base a una excusa absurda.
Reír,que te falte la respiración a consta de una carcajada continua. La sensación
más placentera que puedes encontrar cuando estás en caos. Y de repente tu
capacidad racional se clarifica, parece que no tienes nada que entender. La
segregación de endorfinas te provoca tal bienestar que no concibes que pueda
existir algún mal en ello. Y te aflora el pensamiento más sensato que hayas
podido tener a lo largo de tantos y extensos meses de hibernación:
Somos creadores del
cómo, no del qué.
Y ahí está la clave. Crees que te conoces pero solo has arañado
las primeras capas de tu yo interior, el continuo procesamiento mental al que
sometes cada situación no te ha dejado (re) descubrir tus nuevos accesorios.
Cierras lo ojos, (te) sonríes, respiras y afrontas que el destino
tiene cartas que el resto de barajas aún desconocen.
“A menudo encontramos
nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo.” Jean de
la Fountaine.
**El Progreso Americano. 1872. John Gast.