sábado, 1 de marzo de 2014

Entre sueños.

De nuevo ahí estaba ella, con su soledad, delante del espejo, ese en el que tantas veces se ha observado después de llorar, después de soltar toda su rabia y rencor; sin embargo en esa ocasión sonreía, de una manera falta e incoherente, pero sonreía. Ni ella misma sabía como había conseguido llegar hasta ahí, de la misma forma desconocía como podría continuar, pero eso no la importaba en exceso, no quería saber como continuar, no quiera enfrentar de nuevo lo que le hacia daño; en esta ocasión se había dejado vencer, permitió que la contaminación de sus huellas le afectase.

Se tumbó en esa cama de 90x90, la única que conocía sus verdaderos sentimientos, sus auténticos vacíos; en ese objeto de descanso en el que tan escasas veces había descansado en condiciones, y se dejó vencer por el sueño y el cansancio, más psicológico que mental, al que tantas semanas llevaba sometida; y sin mucho esfuerzo comenzó a soñar.

Su mente le fue mostrando, a través de sueños, todos los recuerdos traumáticos que ella se había obligado a no recordar, a desterrar de su mente y sus confesiones; sin embargo no era consciente de que tales momentos ya fueron superados, y el inconsciente le quiso demostrar que, con ello superado, no habría nombre propio que pudiese detener su avance.

Fue una continua sucesión de experiencias borradas, desconocidas para terceras personas. Se volvió a ver a ella misma, una infante cercana a la muerte, casi causada por una de las personas que más debería quererla; tras ello varios capítulos que resumían su escasez material y emotiva, la incompleta satisfacción de necesidades básicas. Se sucedieron resúmenes de sucesos violentos por parte de quién más ella quería, por quienes debían protegerla y adorarla. Capturas de pantalla que mostraban la sucesión de días sin nada, sin nada de nada. Surgieron episodios en los que una pequeña niña, con apariencia inocente, era quien se encargaba de apoyar, proteger y ayudar a la razón por la que vivía, y en esos mismos episodios dejó de ser niña, con una edad de educación primaria ella debía poner en práctica acciones y conocimientos de edad cuasi adulta. De nuevo volvieron algunos sucesos violentos, que hicieron que comenzase a desconfiar y huir de quien intentaba acercarse a ella. Resúmenes de una adolescente que pagaba facturas pero no vivía su adolescencia. Esquemas de resignación ante el continuo trabajo doméstico, laboral y enfermero y la escasa vida lúdica y social. Y cuando todo parecía estar en calma, se encontró con esas imágenes que la mostraban la escasa valoración que ciertos nombres propios le habían demostrado, el aprovechamiento de su bondad; sus intentos por ofrecer todo a cambio de muy poco. Las últimas muestras de su inconsciente fueron instantáneas de las últimas semanas, todas sin brillo, en blanco y negro, pidiendo a gritos un poco de color, una sonrisa verdadera, ilusión ante nuevos sueños.

La alarma de su móvil la despertó, cubierta de sudor, había tenido una pesadilla horrible. Se incorporó y algo más despierta, repasó cada uno de los instantes que su cerebro le había regalado, no los quería consigo pero sabía que no podría borrarlos jamás. Recordó con intensidad las últimas fotografías de su pesadilla, le habían marcado esos ojos tristes, esa escasez de vitalidad y brillo, esa sonrisa a media lágrima; sin embargo no pudo pensar demasiado en ello, el trabajo le llamaba.


Puntos suspensivos, el final queda supeditado a la espera del verdadero despertar.

                        Respirar lentamente es como un ancla en medio de una tormenta emocional: el ancla no hará que la tormenta se vaya, pero te mantendrá firme hasta que pase.  Russ Harris.

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