De nuevo ahí estaba
ella, con su soledad, delante del espejo, ese en el que tantas veces
se ha observado después de llorar, después de soltar toda su rabia
y rencor; sin embargo en esa ocasión sonreía, de una manera falta e
incoherente, pero sonreía. Ni ella misma sabía como había
conseguido llegar hasta ahí, de la misma forma desconocía como
podría continuar, pero eso no la importaba en exceso, no quería
saber como continuar, no quiera enfrentar de nuevo lo que le hacia
daño; en esta ocasión se había dejado vencer, permitió que la
contaminación de sus huellas le afectase.
Se tumbó en esa cama de
90x90, la única que conocía sus verdaderos sentimientos, sus
auténticos vacíos; en ese objeto de descanso en el que tan escasas
veces había descansado en condiciones, y se dejó vencer por el
sueño y el cansancio, más psicológico que mental, al que tantas
semanas llevaba sometida; y sin mucho esfuerzo comenzó a soñar.
Su mente le fue
mostrando, a través de sueños, todos los recuerdos traumáticos que
ella se había obligado a no recordar, a desterrar de su mente y sus
confesiones; sin embargo no era consciente de que tales momentos ya
fueron superados, y el inconsciente le quiso demostrar que, con ello
superado, no habría nombre propio que pudiese detener su avance.
Fue una continua sucesión
de experiencias borradas, desconocidas para terceras personas. Se
volvió a ver a ella misma, una infante cercana a la muerte, casi
causada por una de las personas que más debería quererla; tras ello
varios capítulos que resumían su escasez material y emotiva, la
incompleta satisfacción de necesidades básicas. Se sucedieron
resúmenes de sucesos violentos por parte de quién más ella quería,
por quienes debían protegerla y adorarla. Capturas de pantalla que
mostraban la sucesión de días sin nada, sin nada de nada. Surgieron
episodios en los que una pequeña niña, con apariencia inocente, era
quien se encargaba de apoyar, proteger y ayudar a la razón por la
que vivía, y en esos mismos episodios dejó de ser niña, con una
edad de educación primaria ella debía poner en práctica acciones y
conocimientos de edad cuasi adulta. De nuevo volvieron algunos
sucesos violentos, que hicieron que comenzase a desconfiar y huir de
quien intentaba acercarse a ella. Resúmenes de una adolescente que
pagaba facturas pero no vivía su adolescencia. Esquemas de
resignación ante el continuo trabajo doméstico, laboral y enfermero
y la escasa vida lúdica y social. Y cuando todo parecía estar en
calma, se encontró con esas imágenes que la mostraban la escasa
valoración que ciertos nombres propios le habían demostrado, el
aprovechamiento de su bondad; sus intentos por ofrecer todo a cambio
de muy poco. Las últimas muestras de su inconsciente fueron
instantáneas de las últimas semanas, todas sin brillo, en blanco y
negro, pidiendo a gritos un poco de color, una sonrisa verdadera,
ilusión ante nuevos sueños.
La alarma de su móvil la
despertó, cubierta de sudor, había tenido una pesadilla horrible.
Se incorporó y algo más despierta, repasó cada uno de los
instantes que su cerebro le había regalado, no los quería consigo
pero sabía que no podría borrarlos jamás. Recordó con intensidad
las últimas fotografías de su pesadilla, le habían marcado esos
ojos tristes, esa escasez de vitalidad y brillo, esa sonrisa a media
lágrima; sin embargo no pudo pensar demasiado en ello, el trabajo
le llamaba.
Puntos suspensivos, el
final queda supeditado a la espera del verdadero despertar.
Respirar lentamente es como un ancla en medio de una tormenta emocional: el ancla no hará que la tormenta se vaya, pero te mantendrá firme hasta que pase. Russ Harris.
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