domingo, 6 de abril de 2014

Campanas del alma.



Ha querido alejar ese sentimiento día tras día, todas las mañanas se despertaba pisando fuerte con su pie izquierdo, pues era zurda, y tras ello se sonreía con compasión y para sus adentros gritaba un “se acabó; no puedo más con ésto, lo destierro”. Así comenzaba todos sus días, y las horas pasaban y esas palabras dichas al madrugar se las tenía que tragar, pues siempre acaba cayendo en el recuerdo, en la esperanza, en la tristeza y, lo que es peor, en la melancolía. Todo ella era melancolía, podía apreciarse en su mirada húmeda y vacía, en su sonrisa a medio fabricar, en sus abrazos distantes, en esa frialdad que dispensaba en el trato.

Ella era algo así como un alma errante, como una estación abandonada, como un aeropuerto fantasma, como los participantes de un reality de mal gusto; ella era algo así como soledad, y la soledad no se lleva bien con las esperanzas, y las esperanzas no se llevan bien con los sueños rotos y abandonados, y éstos no son amigos de olvidar el esfuerzo; y nada de ello parecía ser pareja ideal de las automentiras, esas que se citaba cada mañana.


Y en algún momento comprendería que la mejor manera de resucitar es no tenerlo que recordar cada mañana, es olvidando que estás muerta.

*Cuadro:Bóreas, pintura al óleo creada en 1903 por John Willian Waterhouse. Muestra a una joven azotada por el viento; a cualquiera de nosotros azotados por los miedos y soledades.

"No son las campanas de la iglesia las que me entristecen. No piense que deliro, pero las que me desconsuelan son las campanas del alma, o del corazón, no las he localizado, pero las siento en mi misma, no en el aire exterior, fuera de mi".
Mario Benedetti.



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