En
la sonrisa más blanca y resplandeciente, puede esconderse el más oscuro de los leviatanes,
las turbaciones paralizantes; los sofocos enfermizos de un corazón que se niega
a más y mayores sobresaltos; las pretéritas y desalentadores experiencias que
provocaron que una candorosa alma se ennegreciese, y secuestrase el brillo de los
ojos; la negativa a posibles desbloqueos emocionales; los rubíes salados que
durante consecutivos crepúsculos se convirtieron en el único abrigo de un
rostro inerte, inmóvil…
Una
sonrisa puede guarida, madriguera; puede ofrecerte ser el gato que procura
cazar al ratón; puede desencadenar que una psique atrevida ponga en marcha su
intrepidez y sea testigo del infierno, de ese Dante interior.
Quizás la sonrisa solo busca
que transformen sus tinieblas en un Paraíso de Adán y Eva, en un poderoso
Nirvana. Quizás pide que terminen de desatar su caos para alcanzar la paz…
Quizás.
“Cuando el
infierno son los otros, el paraíso no es uno mismo.”
Mario Benedetti.
**Cuadro: Infierno:
Fresco en la Catedral de Orvieto (1499-1504) . Autor: Luca Signorelli.
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