Era un atardecer de
transición, con más de otoño que de verano, una jornada de bochorno que
concluye con oscuros nubarrones y enérgico viento.
-Deberíamos aprender
del otoño-reflexionó.
Podría decirse que el
otoño es la estación inteligente…El
invierno congela nuestros cuerpos, deja inmóviles nuestras funciones; la
primavera nos enferma con sus alergias y mariposas; el verano nos vuelve locos,
nos invita a desinhibirnos, a hacer locuras. Pero el otoño es reflexivo.
-Yo adoro el otoño- se
autoafirmó.
La temporada otoñal es
sabia: con su lluvia, que purifica el ambiente y nos aleja de una sequía mortal;
con su vegetación, cambiando de “fachada”, deseando que la siguiente sea más
atractiva y segura; con sus cada vez más tempranas y poco templadas noches, que
invitan a arroparse, a enroscarse.
¡Cuánto que aprender de
la naturaleza!
**Cuadro de José Camarón
de Bonanat, titulado "Una romería" o "El bolero", pintado
hacia 1785.
“Considerando en frío, imparcialmente, que el hombre
es triste, tose, y sin embargo se complace en su pecho colorado” (César
Vallejo)
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