Debemos
reconocer que existe un poder oculto en la desolación de perdernos.
Cuando
nos vemos inundados por una imparable aflicción, por la ruptura de un
voluminoso conjunto de músculos, por la melancolía de un tiempo pasado que para
nada fue mejor…nos convertimos en caminantes descerebrados.
En
medio de tal agónica penumbra, surge la urgente necesidad de reencontrarnos con
nosotros mismos, de rehacer al anterior yo…Y, cuando nuestra propia oscuridad
nos da micro segundos de tregua, luchamos desesperadamente contra los cinco sentidos,
para recordar la anterior sensatez.
Lo
mejor que nos puede pasar en esa búsqueda del yo es perder la brújula.
¿Por
qué debemos volver a un estado anterior? ¿Por qué buscar algo que no funcionó y
nos permitió flaquear? ¿No sería más sensato reconstruir, incluso deconstruir,
nuestro yo?
La
esencia del yo anterior permanecerá expectante, puesto que al perdernos tenemos
la oportunidad de mejorarnos. Tenemos el poder de perfeccionarnos, una segunda
oportunidad para descubrir facetas magnificas que estaban germinando, metas
altas para cumplir sueños que ya no parecen tan imposibles, sonrisas que
iluminan mansiones...
Así
que te doy las gracias, te agradezco que me hicieras perderme por completo, te
agradezco que plantases la semilla de mi nuevo yo, te agradezco que me
permitieses desintoxicarme de ti para poder hacerme adicta a la compañía de
seres humanos maravillosos.
No
te agradezco el dolor punzante y continuo de mil agujas, pero si te agradezco
que te fueses, que permitieses que me creciera, porque yo soy muy grande y tú
te hubieses quedado demasiado pequeño.
Gracias,
con un corazón más grande y dichoso del que dejaste.
"Al final resultó que no es la vida la que me quedaba grande, fuiste tú, tu amor, el que me quedó pequeño" Monica Carrillo.
**Cuadro: Las primavera. Boticelli.