Existe una gran
diversidad de formas de concebir la eternidad: puede entenderse como una
innumerable cantidad de instantes fotográficos que han sido capturados por
nuestras excelentes conexiones neuronales. La finalidad también puede ser
variada: nos encontraremos con instantes eternos que solo nos revocan al dolor
y la nostalgia; al mismo tiempo nos toparemos con imágenes cálidas y amenas que
nos hacen retroceder hacia tiempos en lo que todo eran sonrisas.
Todas las capturas de
vida guardadas en nuestra memoria han de ser entendidas en pro de un objetivo
común: crecer…
Que nuestra felicidad
crezca al recordar que hubo tiempos pasados en los que con menos vivíamos mucho
más.
Que crezcan las sonrisas de satisfacción al corroborar la maravillosa
evolución de nuestra persona.
Que crezcan nuestras metas y aspiraciones, pues
nuestros sueños aún están esperando a hacerse realidad, agazapados en un
rincón, aguantando nuestro desprecio al creerlos imposibles.
Que crezca nuestra
superación al recordad que, a pesar del dolor provocado por terceros, hemos
seguido de pie.
Que crezca nuestra capacidad de perdón, porque si perdonar es
signo de madurez, pocas cosas pueden haber más maduras que perdonarnos a
nosotros mismos…perdonarnos por el error que cometimos con aquella persona
(varias veces, con premeditación la mayoría de ellas), perdonarnos por
automenospreciarnos, perdonarnos por pagar con personas buenas el daño
producido por gente inmadura (Porque el dolor no lo provocan las personas
malas, sino las inmaduras, las que aún no saben comprometerse y disfrutar
consigo mismas).
Que crezcan nuestra
dicha y nuestras lágrimas de felicidad al comprobar que hemos crecido.
Porque si la eternidad
es concebida así, quiero que todos los instantes de mi vida sean eternos.
Seamos eternos.
"El alma noble nunca muere, más allá de su eternidad brillarán sus huellas."
Pedro Pantoja Santiago
**El rapto de Proserpina. Bernini
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