jueves, 18 de diciembre de 2014

De dolores infinitos.

Y llegó el momento, el del lápiz y el papel, el de quedarse a oscuras, a solas con tu conciencia y tus “musos” masculinos. Un instante de media paz, el par de horas de reflexión tras una sucesión de indeseables albas.

Y reflexionas sobre tus crónicas, sobre el sentido de la existencia; y te afirmas a ti mismo que no es cierto que la vida se mida por los momentos que te quedas sin aliento; más bien por los momentos de quietud y conciliación de tu alma, en los que tu cabeza no piensa pues está en un momento de total concordia.

Que para ti la vida  es ese momento en el que no puedes parar de sonreír porque te ha tocado un ángel mientras estabas en la más densa calígine, el conjunto de minutos en los que suena “Sweet Child o`Mine”…

Que todo cobra sentido cuando alguien te pone el vello de punta, la piel de gallina y la mente en forma da “Tabula Rasa”; cuando un insondable suspiro se atribuye a la mirada y la sonrisa de más de un nombre propio…¡¡que contradicción que algo insondable tenga atribución!! Y esa es otra de las maravillas por las que quieres seguir respirando, por tus contradicciones, por el no rotundo que finalmente es un sí que conlleva un  “ojalá ”. Por el quiero y no puedo, pero al final no lo pienso y lo ejecuto como el más insensato de los planes.

Y  se sosiega tu respiración, se adormecen tus extremidades, pero ésta vez no es de miedo, aunque sabes que vas a arriesgar…Es amor, por la vida, por ti mism@, por el miedo. Un amor que te permite arriesgarte, que te otorga la oportunidad de volver a fracasar, porque al fin y al cabo ese fracaso no volverá a romperte tanto como el anterior, porque nada ni nadie podrá suscitarte tanta congoja y aflicción, y aunque así fuese… siempre podrás volver a la hora del lápiz y el papel.

Y siempre habrá lágrimas no tan eternas.

Y siempre habrá abrazos en los que refugiarse.

Y siempre habrá trenes en los que desaparecer.

Y siempre habrá momentos para volver a empezar.

Porque nadie tiene la culpa del daño que una situación o ser egoísta pudo provocarte.


Porque existen las segundas, terceras, cuartas y quintas oportunidades contigo mismo.

Y quizás si hay miedo, pero el ser humano es muy insensato.

**Cuadro: El grito. Munch.

El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.  Aldous Huxley.
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