domingo, 20 de julio de 2014

Deshumanización.

Con el paso de los años, y de diversas situaciones límite, he podido comprobar como presumimos de ser seres caracterizados por poseer una ceguera y sordera parcial; vemos pero no miramos, oímos pero no escuchamos. Nuestra especie ha logrado que la mente invisibilice, por conveniencia del sistema o propia, todo aquello que realmente nos haría  madurar y crecer, aquellas cosas con las que aprenderíamos a comportarnos de manera más humana, pero ¿Qué es comportarse de forma humana?

La Psicología Social afirma que el ser humano es una animal social y emocional, que dispone de un cerebro complejo capaz de pensar y de sentir, con una necesidad de compañía y comprensión, que incluso es capaz de sufrir o disfrutar solo por el mero hecho de imaginar una situación  dramática o placentera, sin necesidad de que ésta esté sucediendo.

A pesar de poseer un cerebro tan complejo y completo, no hemos sacado provecho a esa humanidad, a esa racionalidad para distinguir el bien del mal, a esa capacidad para contagiar emociones…las emociones son sociales, y si no piensen en la “risa contagiosa”, o en las lágrimas que piden, a gritos, brotar de los lagrimales cuando lloran los protagonistas de un taquillazo. Por el contrario, a medida que hemos evolucionado (mejorado anatómicamente y empeorado espiritualmente) hemos construido una barrera en nuestra cabeza, la cual actúa de filtro para que, únicamente, puedan atravesarla los actos y las emociones que nos reportan un beneficio personal.

Y así, hemos creado los eufemismos con los que nos referimos, de forma formal y bonita, a personas con algún tipo de problemática. Con ello parecerá que creemos en la igualdad y la integración, aunque no movamos ni una sola de nuestras extremidades para conseguirla, o nos mofemos de quienes parecen diferentes.

Y así, hemos dado limosna o donativos, para sentirnos mejor con nuestro ego, consumismo y narcisismo; sin poner en marcha o participar en acciones que consigan eliminar la necesidad de mendigar.

Así, hemos consolidado la creencia de llorar en soledad y únicamente por lo negativo, de dramatizar los problemas, olvidando lo maravillosas que son las lágrimas de alegría y placer. Lloramos por una ruptura, un fallecimiento, un despido…pero hemos perdido el hábito de llorar por un nacimiento, una graduación, una boda o un empleo.

Estamos absolutamente deshumanizados, inmersos en una crisis humana y de valores, más denigrante si cabe que una crisis económica. Vemos a indigentes pero no miramos dentro de nuestra creatividad para crear campañas y acciones que lo eliminen; vemos a discapacitados pero no miramos el horizonte de oportunidades, los pros y la cohesión de poner en marcha grupos de amigos e iniciativas de inclusión social. Vemos a individuos con nombre y apellidos pero no miramos el alma, los sentimientos, la persona, los miedos y los sueños que habitan tras el Número Nacional de Identificación.





**Cuadro: Michelangelo Merisi. Caravaggio. Judit e Holofernes . 1599. 

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