Y llegó el momento, el
del lápiz y el papel, el de quedarse a oscuras, a solas con tu conciencia y tus
“musos” masculinos. Un instante de media paz, el par de horas de reflexión tras
una sucesión de indeseables albas.
Y reflexionas sobre tus
crónicas, sobre el sentido de la existencia; y te afirmas a ti mismo que no es
cierto que la vida se mida por los momentos que te quedas sin aliento; más bien
por los momentos de quietud y conciliación de tu alma, en los que tu cabeza no
piensa pues está en un momento de total concordia.
Que para ti la
vida es ese momento en el que no puedes
parar de sonreír porque te ha tocado un ángel mientras estabas en la más densa calígine,
el conjunto de minutos en los que suena “Sweet Child o`Mine”…
Que todo cobra sentido
cuando alguien te pone el vello de punta, la piel de gallina y la mente en
forma da “Tabula Rasa”; cuando un insondable suspiro se atribuye a la mirada y
la sonrisa de más de un nombre propio…¡¡que contradicción que algo insondable
tenga atribución!! Y esa es otra de las maravillas por las que quieres seguir
respirando, por tus contradicciones, por el no rotundo que finalmente es un sí
que conlleva un “ojalá ”. Por el quiero
y no puedo, pero al final no lo pienso y lo ejecuto como el más insensato de
los planes.
Y se sosiega tu respiración, se adormecen tus
extremidades, pero ésta vez no es de miedo, aunque sabes que vas a arriesgar…Es
amor, por la vida, por ti mism@, por el miedo. Un amor que te permite
arriesgarte, que te otorga la oportunidad de volver a fracasar, porque al fin y
al cabo ese fracaso no volverá a romperte tanto como el anterior, porque nada
ni nadie podrá suscitarte tanta congoja y aflicción, y aunque así fuese… siempre
podrás volver a la hora del lápiz y el papel.
Y siempre habrá lágrimas
no tan eternas.
Y siempre habrá abrazos
en los que refugiarse.
Y siempre habrá trenes
en los que desaparecer.
Y siempre habrá momentos
para volver a empezar.
Porque nadie tiene la
culpa del daño que una situación o ser egoísta pudo provocarte.
Porque existen las
segundas, terceras, cuartas y quintas oportunidades contigo mismo.
Y quizás si hay miedo, pero el ser humano es muy insensato.
**Cuadro: El grito. Munch.
El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma. Aldous Huxley.